miércoles, 20 de julio de 2016
El que se suicida entre los Restos
Existo, ¿para qué pienso?
Estaría bien pero no podría escribirlo
Pienso, luego insisto
Con lo cual acabaría bastante obcecado
Los convencionalismos me aburren
Uno de aburrido más uno de aburrimiento...
... no quiero ni pensarlo
Y ¿a qué viene todo esto?
Pues nada más sencillo:
Entre los años 70 y 79 atravesé una etapa
en la que debía de ser bastante existencialista:
toda chica que se las daba de intelectualoide
y acababa de enterarse de la revolución del 68,
aún con 11 años de retraso,
me mandaba al peo a mi segunda parrafada
asegurando, con desprecio,
que yo idolatraba a un tal Sartre, siendo, además,
devorador compulsivo de su obra escrita y hasta no escrita
-y quien sería ese, tío!...
cuando lo que yo leía era Lafferty, Sheckley, Matheson...
y andaba siempre en alguna que otra diferente dimensión
Pero, la verdad es que, harto ya de tanta insistencia
decidí pillar el famoso librito con el que me acusaban:
"La náusea-Jean Paul Sartre"
Bueno, estuvo divertido, aunque demasiado largo -pa mi gusto
Así que pasé al Zaratustra de Nietzsche. Directamente
-en la librería estaban juntos ambos libros y éste me sonaba de algo
¡Ah!. ¡Cómo gocé!. ¡Y lo que pude reír!
Tanto es así que, a los dos días repetí camino hasta el librero
y me agencié con varios títulos del mencionado autor
¡Que dos o tres semanas de risión absoluta, oiga!
El amigo Nietzsche era genial
-aunque se que, si de nuevo lo leyese, tal vez... acabara adoptando...
apariencias ostríticas, pues ahora mismo, y desde tiempo ha,
solo admito ciencia ficción.
Rotundamente.
Y no toda, es claro-
Así pues,
he aquí un homenaje de aquel tiempo
a un personaje sin tiempo:
"El que se suicida entre los Restos"
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